MANIFIESTO
José Pedro Sergio Valdés Barón
En realidad no sé si alguien se interesará en leer
esto, pero pienso que debo hacer algo de acuerdo a mis posibilidades, y para
sentir que de alguna manera me estoy comprometiendo con la sociedad de mi país.
Desde hace algún tiempo me estoy haciendo dos preguntas que posiblemente se
hacen otros mexicanos: ¿Qué está pasando en México y qué podemos hacer los
ciudadanos?
Creo
que debo empezar por analizarme, porque si se desea cambiar algo se debe comenzar
por uno mismo. Para empezar debo admitir que he hecho muy poco o casi nada para
comprometerme con mi comunidad, siempre encuentro una justificación para no
hacerlo; si hay una reunión para acordar algo de beneficio común no tengo
tiempo o tengo mucho trabajo y cedo a otros mi responsabilidad. Si se organiza
una manifestación para presionar a las autoridades para que hagan cualquier
cosa me convenzo de que es totalmente inútil y una pérdida de tiempo; sin
embargo soy el primero en indignarme y criticar al gobierno por su desempeño,
pero no hago nada más que parlotear en reuniones de café con mis amigos. Si se
trata de ir a votar en cualquier comicios me da flojera y me digo que para nada
sirve, después de todo los políticos hacen lo que les viene en gana sin nadie
que se los impida. Por supuesto es evidente que si hay muchos mexicanos que
sean similares a mí, no es de extrañar que estemos viviendo la actual crisis de
violencia e inseguridad. No es que seamos los únicos culpables, pero el pueblo
es la base en la que se sustenta nuestra sociedad, y si nosotros no nos comprometemos
y unimos para solucionar los problemas actuales, como son la corrupción, la
impunidad y la inseguridad en las calles nadie lo hará, a menos que estemos esperando
un milagro de Dios, y tal vez en verdad esa sea nuestra única esperanza.
Lo
anterior sólo se puede explicar cuando intervienen la corrupción e impunidad del
gobierno, que a cambio de apoyos económicos políticos, tráfico de influencias,
sobornos, delitos de cuello blanco y componendas gobiernan para la cúpula
económica del país, ensanchando cada vez más la brecha social entre pobres y
ricos. Es normal que una
persona que se esfuerza y arriesga su dinero en alguna inversión reciba a
cambio una justa ganancia por ello; sin embargo, la ambición desmedida de la
mayoría de empresarios rompe el equilibrio natural que debe haber entre la
oferta y la demanda en una sana sociedad. Cuando el deseo por tener más, sin
importar a quién dañe, se convierte en una obsesión que sólo busca disminuir
los costos e incrementar los precios para obtener mayores ganancias, con el único
propósito egoísta de tener una casa más grande, un mejor auto y más lujos, entonces
se transforma en una bola de nieve que nunca deja de crecer. El aumento exagerado
de precios, sin ningún control por parte del gobierno, ocasiona de manera
importante una injusta repartición de la riqueza, fenómeno que es afectado
también por otros factores que son responsabilidad del gobierno, como son: la
creación de empleos, los salarios, los impuestos, las inversiones nacionales y
extranjeras, el pib y la
fluctuación de nuestra moneda, además de otras causas menos determinantes. La
conducta egoísta de las personas es parte de la naturaleza humana, pero cuando
no es reprimida por una autoridad, permite que desde el dueño de la tiendita de
la esquina abuse del consumidor hasta los grandes empresarios que se enriquecen
a niveles increíbles, como lo demuestra el hecho de que nueve mexicanos están
en el grupo de los cien más ricos del mundo según la revista Forbes, entre
ellos Carlos Slim Helú en el segundo lugar tan solo detrás de Bill Gates. Esto
es inaceptable en un país subdesarrollado como México, donde el 5% de la
población vive en la pobreza extrema y el 57% en la clase baja1.
Para
otras personas su obsesión es el poder, aunque a veces sea difícil distinguir
la diferencia respecto si el dinero da el poder o el poder da el dinero, como
sea estas personas buscan acceder al poder a cualquier costo y sin importarles
sobre quién tengan que pasar. Algunas se inician desde la burocracia de
ventanilla y luchan toda su vida por alcanzar «un buen hueso»; otros son
políticos de carrera, la mayoría proceden de familias que han navegado dentro
del medio político por generaciones y se han enriquecido de ello, algunos sin
haber tenido nunca un verdadero trabajo, y sólo se mantienen en el gobierno saltando
de puesto en puesto como si fueran genios multiusos. Existen también los
oportunistas, aquellos que de repente se topan con una oportunidad y la
aprovechan; estos se dan con frecuencia en el medio artístico y deportivo. Por
desgracia para la ciudadanía a todos ellos los une su ambición por el poder, el
dinero o ambos, y poco o nada les importa los problemas de la población, a
menos que se vean obligados hacer algo para no perder el poder y la
gobernabilidad, y para mantener una mayoría suficiente que pueda ser explotada
para sus fines egoístas; dicho de otra manera darle al pueblo atole con el
dedo. ¿Qué harían los políticos y empresarios sin gente a quien exprimir? Todo
debe mantenerse en un perfecto orden que les favorezca. Algunas de sus
principales características son el mentir, el engaño y el cinismo; son
dominantes, prepotentes y abusivos, y a veces es tanta su ambición por el poder
que hasta se pelean entre ellos mismos, y cuando tienen que apaciguar al pueblo
se ven forzados a sacrificar un chivo expiatorio de entre su misma calaña.
Claro, después de un tiempo adecuado para que la gente olvide la afrenta, quedan
en libertad para disfrutar todos sus bienes adquiridos ilícitamente, y continúa
con su vida como si nada.
¿Alguien
puede pensar que alguno de estos bastardos tenga ideales para gobernar con
justica e igualdad? yo no lo creo, y lo más triste es que están convencidos de
que tienen la razón y es normal lo que hacen y merecen, ignorando la realidad
que sufre el pueblo por lo que no sienten ninguna vergüenza o remordimiento con
su conducta; simplemente así son y nosotros los soportamos como borregos en el
matadero, y lo seguiremos haciendo mientras el agua no nos llegue al cuello.
Se
dice que el poder absoluto corrompe absolutamente, y muchos de nuestros
gobernantes son capaces hasta de mandar asesinar a gente inocente si de alguna
manera intentan oponerse a sus deseos. Pueden ser tan insensibles que hasta en
el peor momento nacional, cínicamente hacen alarde de su poder comprando
mansiones que hacen difícil de justificar la procedencia de los recursos
necesarios, y no conformes todavía insultan al pueblo con sus mentiras y
engaños.
También hay un dicho que describe
lo que está sucediendo en nuestro país: a río revuelto ganancia de pescadores,
y el narcotráfico y crimen organizado han sabido sacar ventaja de la ambición
de las autoridades, políticos y gobernantes. Con sobornos, apoyos económicos de
campañas y enriquecimiento ilícito han logrado apoderarse de las calles de
nuestras ciudades, y sólo la maldad que hay en estos criminales ocasiona que
colisionen sus mezquinos intereses y se estén matando entre ellos. Por
desgracia en esta cruenta lucha entre perros y gatos se han involucrado las
fuerzas públicas apoyando a uno u otro bando, con la justificación oficial de
estar defendiendo la ley y el orden, y en medio de este caos se encuentra el indefenso
pueblo mexicano, cuyos ciudadanos ya no sabemos quién es quién o a quién
temerle más, si a los criminales, soldados o policías.
De manera simplista creo que
respondo a mi primera pregunta, y en cuanto a la segunda sólo se me ocurre que
debemos unirnos todos los mexicanos que exigimos libertad y justicia, y una más
equitativa repartición de la riqueza. Sin embargo pienso que esto no es posible
sin que nazca un líder capaz de unirnos para que de manera pacífica logremos el
cambio. Un Mahatma Gandhi mexicano con el carisma y poder de convocatoria para
convencernos de que únicamente unidos podemos lograr que las cúpulas del poder
económico y político cumplan y hagan respetar las leyes honestamente y sin
excepciones.
En alguna parte de nuestra nación
debe haber un mexicano idealista que esté dispuesto a sacrificarse por
nosotros, defendiendo nuestra dignidad, igualdad y libertad, a quien
seguramente apoyaríamos incondicionalmente los buenos mexicanos.
Creo que siempre existirán ricos y
pobres, lo que no debe haber nunca es que muy pocos sean inmensamente ricos y
muchos inmensamente pobres.
1 El Financiero,
Fuente: AMAI (2014)
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